domingo, 11 de diciembre de 2016

LA SOMBRA -Y LA GRAN LUZ- DEL NARANJO

            A propósito del estreno mañana lunes 12 de diciembre del documental La sombra del Naranjo.

¿Qué vamos a hacer con los viejos? Y pegadita-pegadita a esta pregunta hay otra: ¿qué vamos a hacer cuando estemos viejos? Hace unos años la vida me puso frente a frente con ambas preguntas (con más premura con la primera), y descubrí hasta qué punto es una cuestión acuciante para mis contemporáneos. Todo el mundo está perdido con este asunto. Cuando empiezan a “chochear” los pilares de la familia, los demás miembros se vuelven un poco locos. Qué hacer, cómo hacer, con qué dinero, con qué tiempo. Culpas, razonamientos, sentimientos, rezos y cuentas, muchas cuentas, entran en escena.
La película transita por todo este proceso. Y cómo lo hace: sin juzgar, sin señalar, sin amanerar la cámara en ningún sentido; y desde luego sin tintes sentimentaloides, sin caer en la estampa idílica, que tanto obstaculiza la lucidez.
La sombra del naranjo está contada desde una discreta primera persona: los creadores cuentan algo sucedido a su propia familia, pero son casi invisibles. Es que lo suyo no sólo no es protagonismo, sino un acto de entrega. Alguien tenía que atreverse a contar ese gran drama cotidiano al que se están enfrentando día tras día miles de familias, un drama rodeado de tabúes, del que se habla poco o nada y se resiente todo y mucho.

Al terminar de ver La sombra del naranjo lo primero que uno piensa es: yo necesito que la gente vea este documental.

viernes, 20 de mayo de 2016

Taller de lectura CAHUITA PALABRA PURA

Un Taller de lectura para los niños de la Escuela Pública Excelencia Cahuita.

Proyecto producto del apoyo del Programa de Becas para el Financiamiento de las Artes Literarias del Colegio de Costa Rica del Ministerio de Cultura

BITÁCORA del PRIMER TRIMESTRE

Quiero dejar plasmada una bitácora del Taller de lectura para niños Cahuita Palabra Pura, como testimonio, como documento y testigo para futuras iniciativas similares.

Cuando empecé a soñar este proyecto, la Escuela Excelencia Cahuita (que es como se llama la escuela pública de este pueblo) estaba siendo reformada, un cambio bastante grande, con presupuesto estatal. La que era la biblioteca era una pequeña aula, con cuatro sillas distintas, cuatro baldas y unos libros viejos y descuajaringados puestos por aquí y por allá. Pero existía y aún más: dentro del nuevo proyecto habría una nueva biblioteca, mucho más grande.
Como sabemos, el proyecto Cahuita Palabra Pura se propone donar todos los libritos adquiridos para el Taller a la biblioteca a fin de año. Pues bien, terminaron las obras en la escuela (finales del año 2015), pasó fin de año, se confirmó por parte del Ministerio de Cultura que mi Taller saldría adelante y allá que fui a la escuela a informar de esto y proponer la dinámica de trabajo, pues desde el inicio se propuso y se presentó el proyecto con el apoyo de la Dirección de la escuela.
Llego y me encuentro algunas novedades: una, que ha cambiado la directora de la escuela, y también se ha ido su asistente, que era mi contacto; que la biblioteca ya no es la que yo había visto al diseñar el Taller, pero la nueva, la que será la biblioteca es (por ahora) una escombrera, la dejaron de sala de chunches y hasta restos de la obra… 

Unos pajaritos decidieron hacer su nido en el ventilador...

Entonces hay una especie de biblioteca provisional, donde tenemos el mismo panorama desolador de antes, y no hay mesas, los niños no tienen donde escribir ni dibujar. Esta es una novedad; la otra novedad que me encuentro es que se me ha asignado una maestra que va a ser quien me colabore en la puesta en práctica del Taller, la maestra Brunilda, que ha resultado ser poco menos que un ángel, una mujer que se toma toda la enseñanza y la escuela como un apostolado.
Lastimosamente no tengo fotos (salvo imborrables fotos mentales) de ese primer día en que me fui con Brunilda a buscar un espacio en la escuelita donde pudiera impartir mi Taller. Ahí llevaba ella toda la tarde, con un trapito, seleccionando libros de la antigua biblioteca, para decidir qué hacer con ellos. La gente dona libros, me explicó. Les eché una ojeada, con rarísimas excepciones, o casi sin excepciones, era evidente que la gente donaba todo aquel “papel” que le sobra en la casa. O sea, que en vez de tirar a la basura libros, revistas y hasta panfletos viejos, roídos de bichos, enmohecidos y aburridos, la gente hace la gracia de donarlos a la biblioteca de la escuela. Cuando tiene un rato libre, Brunilda se sienta con un trapito, libro por libro, a seleccionar. Cajas abiertas estaban ahí por todas partes, no había estanterías… ¿Dónde irían a parar los más de doscientos libritos infantiles que serían donados a la biblioteca? ¿Terminarían los maravillosos libros nuevos, brillantes, coloridos, entre aquellas cajas? Hay un espacio destinado a biblioteca, que significará para muchos niños el único lugar donde podrán acceder a ciertos libros o a un sitio silencioso para estudiar… Pero no hay bibliotecario ni es inminente que lo haya; significaría un nuevo puesto, un nuevo sueldo…

Espacio donde soñamos tener un día una biblioteca que para los niños sea tan atractiva como una sala de juegos.

A día de hoy este no es un tema resuelto. Lo comparto como parte de la experiencia global de lo que significa llevar el placer de la lectura a un sitio “remoto” o con condiciones económicas difíciles. Ahí estaba yo con mis libros nuevos y lustrosos, un artículo de lujo en esas condiciones, ante una biblioteca que apenas simbólicamente puede merecer ese nombre. Y conste: no es poco. Ahí está al menos conceptualmente: una biblioteca.

De lo que fueron los inicios del Taller, tengo otra cosa fundamental que reseñar. Es acerca de la dificultad de planear algo, lo que sea, en este sitio. Se vive en el plano de la inmediatez, nada que vaya a pasar pasado mañana se habla antes de mañana. “Mañana veremos”, parece ser la implícita consigna. Conste aquí: no juzgo esto, aunque sé que puede parecer que sí, porque la vida aquí me ha enseñado que, sobre todo por las condiciones climáticas, es realmente difícil y a veces hasta contraproducente planificar demasiado. Esta es la tierra de la no planificación. Aquí no se pueden hacer grandes planes, no sólo por capricho. De verdad el clima y la naturaleza aquí obligan a la inmediatez. La lección más interesante ha sido: la no planificación como forma de estrategia; ir con una especie de seguridad y fe en que las cosas bonitas encuentran su sitio, y tener capacidad de reacción, improvisación, reflejos.
Además, la mayor dificultad para fijar de forma sencilla clara un día a la semana de Taller se derivaba del sistema nacional de enseñanza pública, con sus horarios escolares caóticos, eso de “por la tarde y por la mañana” según la semana, y encima Semana A o Semana B, que añade otra variable. Creo que hace falta un cociente intelectual alto para entender ese horario. Unas semanas es por la mañana, otras por la tarde. Pero después hay semana A y semana B, y entonces es media semana por la mañana y media por la tarde, los primeros y terceros y los segundos y los cuartos… en fin, un enredo que no vale la pena tratar de entender aquí. En cambio sí son obvias y fáciles de entender sus funestas consecuencias: la imposibilidad de calendarizar un taller, una actividad de largo recorrido. Que si clases de francés, gimnasia, cerámica, lo que sea: imposible. ¿Cuándo? La vida escolar castra de antemano toda propuesta extra curricular.
Afortunadamente, de esto tuve una muestra antes de plantear mi proyecto, y planteé sólo 9 sesiones trimestrales, qué cosa, más que nada porque sabía que a veces yo me ausentaría del pueblo, lo cual no ha sucedido casi. En cambio plasmar mis escuetas 9 sesiones no ha sido fácil. Los imprevistos son muchos, ha habido semanas en que ha habido lecciones un solo día, por exagerada que parezca esta afirmación.
He tenido pues que tener reflejos y capacidad de maniobra y hacerle ajustes a mi planificación de proyecto, siendo el principal que he tenido que alternar el grupo de grandes y el de pequeños. Había planteado todo un trimestre con los pequeños y después todo un trimestre con los grandes, pero ha sido necesario ¡y afortunadamente beneficioso!, alternar, aprovechando las distintas ocasiones en que tienen tiempo para el Taller por la tarde, cuando resulta más agradable y da lugar a la posterior merienda. Ha sido beneficioso en varios aspectos, el principal, que ha quedado ya inoculado en todos el interés por el Taller, convirtiéndose en un Taller de nueve meses para todos, podemos plantear cosas de largo recorrido (se explica más adelante), y también porque resulta que los niveles tienen serias disimilitudes, y he encontrado que de repente uno de tercero lee tan bien como uno de quinto… O alguno de segundo no sabe leer, o no mucho peor que alguno de sexto… Con la nueva tendencia que ha propuesto el Ministerio de Educación, los niños ya no repiten, no se quedan, y siguen adelante con apoyo del docente. Esa es parte de la explicación. La medida es polémica pero, como decía, no ha afectado de mala manera al Taller.

ANECDOTARIO
Sesión 1
Con los peques. Selección de niños de primer a tercer grado. Leímos: El trío de los miedosos. Ya ese primer día sucedió algo que considero muy importante contar. Estábamos ya en la parte dos del Taller: dibujar. De repente, una niña, de piel color como chocolate con leche, hurgando en los lápices de color, preguntó: ¿Dónde está el color carne? Esa pregunta me retrotrajo a mi infancia: el color carne, sí, existía. No lo sé con certeza pero creo que después se decidió cambiarle ese nombre. ¿Cuál es el color de la carne humana? Definitivamente, no hay solo uno, para empezar. El tema es crítico en este sitio. Intenté hacerle ver el asunto. Ella, encontró un lápiz rosa claro y dijo: Aquí está. Le dije: No todos somos de ese color. Pero ella, ceñida en su dibujo, dijo: Yo sí.
El tema es álgido. Obviamente el diálogo terminó ahí, pero no el asunto. Más adelante, en un Taller con los más grandes, una de las niñas se ofreció a escribir un cuento al respecto para los pequeños. Estamos en ello.

Sesión 2
Con los peques. Leímos ¡Pobre Eugenia! Trata de una niña que vive en zona rural, no tiene las “riquezas” de la ciudad, pero sí las de su entorno maravilloso. No quedaron muy convencidos. Una de ellos, más rebeldilla, insistió: Eugenia sí es pobre. Hablaron de sus viajes a San José (no todos han ido), algunos dijeron orgullosos que habían ido hasta tres veces. En el cuento se habla de un ascensor. No todos se han subido a un ascensor. ¿Todos saben qué es un ascensor?, pregunté. Un niño bribri, por cierto uno de los más despiertos del grupo, dijo: Un cubito que sube y que baja.

Sesión 3
Con los peques. Hubo unos días sin clases y faltaron dos, porque se les olvidó. Cuando venía a dar el Taller, me encontré un niño pequeño sentado en la puerta de la escuela. Nadie había venido por él. Lo invité al Taller. Dijo que no, pero se vino detrás de mí. Resultó ser de lo más despierto y disfrutó mucho. Leímos El misterioso final de nada en particular.  Es un librito negro, todo en fondo negro, con dibujos y las letras en blanco. Ese día dibujaron en papel negro, con lápices blancos y claros. Tuvimos en clase la participación especial de un niño, uno diagnosticado con asperger o algo así, algo similar al autismo… pero no dio señales de ello ese día. Habló, participó, jugó y rio (no tildo rio porque la RAE ha suprimido esa tilde).
Ese día, como todos los anteriores, trajimos un queque todo coqueto para la merienda, pero a un niño le dio algo que a mí me pareció un subidón de azúcar y les dije si preferían pizza que queque y el sí fue general. A partir de esta tarde merendamos pizza, que le añade un valor mucho más exótico a la actividad, pues queque pese a todo es a lo que están acostumbrados, en cuanto cumpleaños y ocasión hay; en cambio pizza no deja de ser algo novedoso, y no perdamos de vista que la idea es asociar lectura con placer, diversión y “glamour”, por así decir.

Como constatación general: los niños están contentos y entusiasmados. Es muy obvio que son niños con pocas o nulas actividades del estilo. Con poquísimas ofertas. Cualquier pretexto es bueno para quedarse un rato más en la escuela. También me ha parecido que son niños poco acostumbrados a recibir estímulos, así, sin tareas, sin obligaciones. Por puro gusto. El otro día felicitaba a un niño por lo lindo de su dibujo y por un momento sentí que debe ser de las raras ocasiones en que alguien le dice que qué lindo algo que ha hecho.

Sesión 4
La primera con los grandes, 12 años aproximadamente, la maestra Brunilda me ha conformado un grupo más homogéneo, son todos de 6to. Esto facilita la organización, sobre todo. La lectura prevista es Más allá del alarido. Una historia “de miedo”, les dije repartiendo los libros… A lo que respondió uno de ellos: “De miedo el video de la yuca”. Así fue, no exagero, la toma de contacto con ese grupo. El video de la bendita yuca había circulado indiscriminadamente por las redes el día anterior. Era el tema del día. Dimos inicio a la lectura. Algunos leen bastante bien, pero otros parecen un niño de segundo grado leyendo. Una página entera llena de letras no es a lo que están acostumbrados, y desde luego jamás “por gusto”. Entonces me encuentro en la siguiente paradoja: en ciertos aspectos de la vida, están “en todas”, no hay filtros, ven el video de la yuca sin que nadie se lo censure ni lo comente; por otro lado, su atención y capacidad intelectual apenas si soporta una página entera.
El balance de ese día es positivo. Algunas niñas más maduras y despiertas jalaron de la carreta, por así decir, y ayudaron a mantener el nivel y la atención. Pero contrariamente a los niños pequeños, a la gran mayoría no le hizo gracia dibujar, por lo que cambié la dinámica del Taller con los grandes, en la siguiente sesión.

Sesión 5
Con los grandes. El mismo grupo de la sesión anterior, más un “colado”, un niño de 5to que insistió en participar. De entrada me alegró que recordaban bastante bien lo leído la vez pasada. El niño de 5to se devoró el libro, y sin embargo me dijo que es que a él leer no le gusta mucho. ¿Y qué te gusta? Cantar. Los compañeros ratificaron que tenía buena voz. Dele, cante el Ave María. ¡Y se puso a cantarlo! Y tiene un pedazo de voz. Y eso fue hoy. La vez pasada, una niña me dijo que su deporte favorito era el taekwondo. No deja de ser algo excéntrico en esta remotidad. ¿Ah sí, le pregunté, lo has practicado? Sí, iba a taekwondo una vez a la semana, pero algunos alumnos dejaron de ir, se quedaron sólo tres, a razón de 10 mil pesos por cabeza, el profesor dejó de venir. Ya no le compensa. Adiós taekwondo. Dejó de ser una opción, una posibilidad. Ahí estará veraguándose el uniforme en un armario. Es además una niña muy bella con cuerpito de mujer. Me gustaba la idea de que supiera artes marciales…

Sesión 6
Con los grandes. Poemas de Rubén Darío. Esa misma tarde se aprendieron al menos una parte de un poema. Había olvidado lo prodigiosa que es la memoria a esa edad. Son capaces de repetir sin entender del todo lo que están diciendo. Una niña se aprendió entero el poema Amo, amas, que declamó maravillosamente, echándole mucho “feeling”. Tengo el archivo sonoro guardado en mi celular.

Sesión 7
Con los grandes. Tomé la decisión de llevar una dinámica de más libertad, por varios motivos que comento a continuación: aún siendo un grupo sólo de 6to, hay grandes diferencias entre ellos. Algunos leen muy mal y los que leen bien se impacientan, y los que leen mal se avergüenzan. Leer todos a coro no vale igual con los grandes, con quienes ya podemos ir entrando en la lectura como un placer solitario, de intimidad. Además, difícilmente concuerdan los intereses de las niñas con los de los niños.
Traje libros diversos, diversos títulos, quiero decir, y ofrecí la posibilidad de irse cada uno en solitario a un rincón a leer. Fue muy beneficioso. Uno de ellos, que es un verdadero desastre de dispersión, se fue con un libro a un rincón y no hubo nada que lo distrajera.
La otra gran ventaja de esta nueva forma de llevar el Taller con los grandes es que las dos que quieren ser escritoras pueden dedicarse a lo suyo. Escriben uno o dos cuentos por sesión.

Sesión 8
Con los peques. Fuimos a conocer la biblioteca, la que será la biblioteca, que no es la que dispuso el arquitecto. El arquitecto dejó prevista un aula en el puro centro de la escuela, pero es por eso mismo la más ruidosa. La maestra Brunilda se llevó todos los libros a ese aula apartada y fresca, ahí es donde ella piensa que debería ser la biblioteca. Yo creo que tiene razón. Es desde luego el sitio más encantador de toda la escuela.
La curiosidad de los niños no tiene límites. Hasta el más apático terminó hurgando en las derruidas estanterías donde se pudren y enmohecen libros variopintos. Algunos son bonitos, atractivos; sería injusto decir que la gente sólo dona libros feos e inservibles. En eso, dieron con un “libro grandote”. Lo pusieron en el suelo. Era un atlas. Abrieron la primera página. Les expliqué que era un mapamundi, un mapa del mundo entero. Ahí están los países del mundo. Uno, “zopetas”, me preguntó si los países rosados eran rosados porque tenían la arena rosada. Le expliqué que no, que era un país con árboles verdes y todo, pero estaba pintado de rosado para diferenciarlo en el mapa de los demás. Me dijo que no creía que fuera por eso. No quedó muy convencido. Le dije que buscara Costa Rica. No sabía. Le dije, señalando: “Aquí está Costa Rica”. Y él me preguntó: “¿Y el barrio La Unión?”, que es su barrio.

¿Los países rosados es porque tienen la arena de la playa rosada?

Sesión 9
Para cerrar el trimestre, decidí implementar mi plan de “los niños les leen a los mayores”. Sacar a los niños del recinto escolar implicaba un trámite burocrático demasiado complicado, era más viable llevar algunos adultos mayores a la escuela, que fue lo que hicimos.
Lo adultos mayores se presentaron. Sus nombres: Jacinto, Margarito María… hicieron reír a los niños… que se llaman algunos con nombres impronunciables. Según me explicaron, algunos son nombres inventados por completo por los progenitores (mitad de uno y mitad de otro, por ejemplo).
El libro leído fue “Acuantá” y también algunos poemas de Rubén Darío.

Declamando el poema "Amo, amas" de Rubén Darío, para los adultos mayores que nos vinieron a visitar ese día.

Al final una de las adultas dijo que ella deseaba decirles algo a los niños. Se puso de pie y les dijo que ella había tenido la suerte de estudiar en San José, porque su familia tenía posibles. Insistió de forma vehemente en lo importante que era el estudio. Todos los mayores estuvieron de acuerdo, Margarito contó que antes había caballos amarrados en la entrada de la escuela y había que pasar entre la boñiga para ir a clases. Los niños los escucharon… pues como escucha uno a esa edad: sin darse mucha cuenta de los cambios positivos, pues se viven como normales. Pero fue un acontecimiento muy agradable. La señora Directora vino a hablar y después me he enterado que los adultos mayores estuvieron encantados con la actividad.
De cierto modo toda iniciativa se agradece mucho aquí. Hay pocas y salen adelante con mucha dificultad. La gente en ese sentido se muestra muy agradecida, incluyendo los niños. Ellos aprecian y disfrutan mucho cualquier actividad extra curricular.

Sesión 10
Fuimos a conocer la biblioteca con los grandes. Reitero: le estoy llamando Biblioteca a lo que será una biblioteca, muy sencillita, y que por ahora es un aula como todas, con libros puestos en cajas y estanterías provisionales. Pero nuevamente me llevé la sorpresa de ver cuánto valoran las cosas. Bueno, es quizá típico del ser humano: valora mucho lo que no da por garantizado.
Realmente dan muchas ganas de que pronto haya una biblioteca operativa. ¡Por ahora no hay siquiera bibliotecario! La donación de libros que resultará de esta Beca es realmente un pilar fundamental de la biblioteca. Como he comentado antes, hay libros que no merecen siquiera ya ese nombre. Los cientos de libritos, nuevos, atractivos, de colores brillantes de esta Beca quedarán ahí en las estanterías. Algunos los colocaremos exponiendo su portada, como en una librería. Realmente gracias a esta beca tenemos el corazón o meollo de la Biblioteca.

Sesión 11
Con los peques.  Di este Taller con un asistente, Johan Domínguez, un cahuiteño que está llevando estudios universitarios en San José, lo cual lo convierte ya en sí mismo en una excepción, y es en efecto un joven excepcional. Lo hice pensando más que nada en irlo entusiasmando con todo el proyecto Biblioteca de la Escuela. Él dice que se apuntaría a hacer unas horas semanales de bibliotecario. Y tiene experiencia con niños, pues trabaja justamente como colaborador en una asociación benéfica dedicada al apoyo emocional y educativo de niños de zonas marginales.
Fue muy provechoso, pero muchísimo, porque al tener Asistente, pude dedicarme unos ratitos breves a leer con un solo niño o dos, en grupos separados. Primero salí con dos niñas, fuimos a leer debajo de un árbol, casi frente al mar. Leímos: El hada de la noche. Después, salí a leer con dos niños varones, Los calcetines, una historia sobre el bullying.
Lo que sí me marcó mucho ese día fue descubrir que hay niños de tercero y hasta cuarto grado que no saben leer. Leyendo en grupo no me había dado cuenta. Para mí fue un shock, digamos, pero resulta que no es ninguna novedad. Entendí por qué un día a la salida del Taller se presentó una madre con su niña de segundo grado insistiendo en que quiere que esté en el Taller. La niña está en segundo, estamos a mayo, ¡y no sabe leer!

Como balance general de este primer trimestre, yo diría:
-hay que ser paciente y modesto en los objetivos, no se cambia el mundo, se pone un grano de arena…
-flexibilidad: un valor fundamental en el caribe y en zonas marginales. No se puede ir muy rígido ni con agendas estrictas y cerradas; se consiguen más y mejores objetivos ajustándose a las circunstancias.




domingo, 3 de enero de 2016

A propósito de la película “LOS DÉBILES”

Una película que por ahora sólo existe en la cabeza de su guionista, Enric Rufas, y de quienes hemos leído el guion.

Todo pasa a vista y paciencia del espectador, o más bien, todo lo que parece no pasar está desnudo y expuesto. El espectador arranca esta película confiado y confortable. No se le oculta nada, que es la forma más perversa de no mostrarle nada.
Poco después, empieza a percibir esa tensión venenosa que corre como aguas negras bajo la casa de los protagonistas. Y entonces ya le han vuelto a engañar. Durante un rato el espectador cree que sabe de qué va la película.
Los ritmos, es lo que mejor maneja la historia, dominio absoluto de los tempos: hasta dónde te puedo hacer tragar sin perderte. Fondo y forma convergen: el guion es en sí mismo un refinado mecanismo de tortura, a imagen de la psicopatía que lleva ya hora y pico contándonos sin que nos hayamos dado cuenta.
Llega el momento en que, ahora sí, el espectador cree que lo ha entendido todo, incluso tiene minuto y medio en que siente que se aburre, minuto y medio de reloj, quiero decir; calculado con frialdad. Aliviado, el espectador se da ese lujo tan vulgar de aburrirse, como se aburren los personajes que está viendo. Y es cuando Rufas hace que todo le reviente en la cara.
Revienta sanguinolento, absurdo, increíble y es que lo es. Es una explosión aparatosa, casi hasta el ridículo, o sin casi. Lo teatrero del caso distancia y tranquiliza al espectador, que se siente inmune, incluso por encima, de la situación. Y es entonces cuando viene el triple mortal para atrás del guionista, una proeza bastante infrecuente en el cine, conseguida en este caso con total maestría: esa mezcla de gracia y precisión.
Y fin. El resto de la historia le sucede a usted por dentro. Al terminar el guion el primer impulso es: ganas inmediatas de volverlo a leer, al menos el inicio.  A ver, a ver, ¿qué ha pasado aquí? Cuando ves, ya te ha vuelto a enganchar.
Los débiles es una película de ciencia ficción, de la más pura y destilada: la que cuenta esa realidad que está a punto de suceder, que quizás ya está sucediendo y sin duda ya se está gestando. Lo que nos viene a decir es: tal vez nuestros hijos sí se salven del mundo que les estamos dejando… Ya verán a qué precio. “Los débiles”: este título es como que el verdugo te guiñe un ojo, antes de soltar la guillotina.