domingo, 11 de diciembre de 2016

LA SOMBRA -Y LA GRAN LUZ- DEL NARANJO

            A propósito del estreno mañana lunes 12 de diciembre del documental La sombra del Naranjo.

¿Qué vamos a hacer con los viejos? Y pegadita-pegadita a esta pregunta hay otra: ¿qué vamos a hacer cuando estemos viejos? Hace unos años la vida me puso frente a frente con ambas preguntas (con más premura con la primera), y descubrí hasta qué punto es una cuestión acuciante para mis contemporáneos. Todo el mundo está perdido con este asunto. Cuando empiezan a “chochear” los pilares de la familia, los demás miembros se vuelven un poco locos. Qué hacer, cómo hacer, con qué dinero, con qué tiempo. Culpas, razonamientos, sentimientos, rezos y cuentas, muchas cuentas, entran en escena.
La película transita por todo este proceso. Y cómo lo hace: sin juzgar, sin señalar, sin amanerar la cámara en ningún sentido; y desde luego sin tintes sentimentaloides, sin caer en la estampa idílica, que tanto obstaculiza la lucidez.
La sombra del naranjo está contada desde una discreta primera persona: los creadores cuentan algo sucedido a su propia familia, pero son casi invisibles. Es que lo suyo no sólo no es protagonismo, sino un acto de entrega. Alguien tenía que atreverse a contar ese gran drama cotidiano al que se están enfrentando día tras día miles de familias, un drama rodeado de tabúes, del que se habla poco o nada y se resiente todo y mucho.

Al terminar de ver La sombra del naranjo lo primero que uno piensa es: yo necesito que la gente vea este documental.