lunes, 13 de noviembre de 2017

SOBRE LA PELÍCULA "VIOLETA AL FIN"

Hilda al inicio


            En el inicio fue Hilda. Como dijo ella misma en el estreno de su película, en un Magaly donde no cabía ni un alfiler, si le hubieran dicho en 1993, a su regreso de Cuba, que un día tal estreno estaría sucediendo, simplemente no se lo hubiera creído.
Pero pasó. Ahí estábamos y vimos una película de impecable factura, un nada pequeño logro, pero lo más importante: Hilda encontró a Hilda. Autenticidad y madurez están unidas en su película “Violeta al fin”. Ahí en la pantalla vimos el ojo de Hilda, dónde deposita su mirada, sus tempos, sus intereses, su forma de hacer que ahora es además un claro saber hacer.
Fondo y forma se conciertan en la historia: una historia suave, sin aspavientos, que lleva en sí misma el ritmo de la adultez no por nada llamada mayor. Se atribuye la siguiente frase a Igmar Bergman: “Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”. Hilda lo sabe y Eugenia Chaverri, la portentosa protagonista, lo interpreta, lo encarna, lo reencarna y lo sobrepasa. Ya no se imagina uno a Violeta sin Chaverri.

El trabajo en equipo –un equipo de primera– se nota y, los que hacen cine saben: eso es mérito de la directora, ese es el gran trabajo: hacerse invisible y sacar lo mejor de cada cual. Y Hilda lo acaba de hacer. 

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