(publicaremos sólo la primera parte, para no hacer spoiler...)
Maybe Managua es un viaje en espiral; una caída hacia lo profundo
de sí mismo, hacia el infierno de sí mismo. Cuenta la historia de Juan, un
arquitecto español cincuentón que viene a Costa Rica para descubrir “el nuevo
mundo” –y para huir del suyo–. Tras fracasar en sus negocios, Juan emprende un
viaje a Managua, junto a un colorido pájaro amaestrado que le permitirá
alcanzar el “oro prometido”.
La tercera novela de la escritora costarricense Catalina Murillo
fue, primero, un guion de cine; de una road movie. Los vestigios de su origen
cinematográfico se pueden sentir en la narración construida a partir de
acciones e imágenes. Pero lo cierto es que respira literatura en cada renglón.
El cine y la literatura son artes narrativas. Incluso, como dice
el guionista Jean-Claude Carrière, ambas tiene un origen común en la narración
oral que entretiene a la humanidad desde hace, al menos, 5000 años. Para
Carrière, novelistas y cineastas no son otra cosa que cuentacuentos.
Ahora bien, los recursos utilizados en el cine son de naturaleza
muy diferente a los de la literatura. En cine narramos a partir de imágenes y
sonidos: como en los sueños. La literatura en cambio hace su magia a través de
la palabra. Catalina domina ambas formas de narrar: la escrita y la
visual-sonora. En Maybe Managua, el formidable uso del lenguaje nos atrapa de
inicio a fin, con maestría y con un estilo único y propio.
Quisiera resaltar tres de sus cualidades más potentes. Primero, la
precisión. Cada palabra es la palabra justa y, por cierto, también la más
evocadora. Parece que no sobran ni
faltan palabras. Es una literatura económica, eficaz y muy exacta.
En segundo término, sobresale la picardía de la palabra. Ese
sentido del humor, ya no negro, sino tinto como el café más fuerte. Catalina
juega con el sentido, el doble sentido y el sinsentido. Nos obliga a estar
siempre alertas para no perdernos ningún truco de malabares que ande escondido
por ahí.
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